Por Archivo Caminante
1.Intensidades y vulnerabilidades.
Algunos están verdaderamente alegres. Auguran que, finalmente, habrá un "cambio". Viviendo en la ciudad de Buenos Aires, no estoy asombrado por la "ola amarilla", aunque sí triste y desilusionado, pues el fenómeno se parece demasiado a un festival de la desmemoria. Resulta evidente que el peronismo pejotista, conservador y de derecha, se disuelve más o menos lentamente como una pastilla de vitaminas vencida en un vaso de agua... (aunque muchos de sus fragmentos son asimilados ávidamente por los estómagos del macrismo y el massismo). No debería sorprendernos pues la crisis de la representación política del 2001 se engulló al radicalismo y dejó maltrecha a casi toda la dirigencia partidaria, sin distinciones ideológicas.
Fue desde los movimientos sociales resistentes al neoliberalismo que pudo ser posible un "regreso a la política". Y también (no parece muy fructífero a esta altura negarlo) por la intensidad del legado sesenta-setentista. Legado presente en muchos de dichos movimientos sociales y, claro, en los organismos de lucha por los Derechos Humanos, en las asociaciones de familiares de las víctimas del terrorismo de Estado (Madres, Abuelas, Hijos). Legado que supo cobijar desde 2003 el entonces precario tinglado kirchnerista. Sin ambas intensidades que en un primer momento amagaron un accionar conjunto y transversal, el movimiento peronista estaba (está) gravemente herido. El cazador que lo transformó en presa y le propinó más de un tiro certero no es otro que el fascismo posmoderno, el neoliberalismo.
A partir del retorno de la democracia, pero con especial efectividad luego de la caída del Muro de Berlín, la derecha argentina supo detectar a todos los traidores necesarios dentro de las fuerzas hasta entonces nacionales y populares y ponerlos a su servicio, logrando que regalaran o vendieran sus históricas banderas. Dicha traición "bienhechora", que se pensaba y se sigue pensando como un aporte al ingreso de Argentina al primer mundo, civilizado, moderno, libre y republicano, incluyó una particular operación cultural de la que he escrito ya: el trueque de la historia por la memoria.
Dicho trueque pretendió (y muestra que sigue pretendiendo) orientar un esfuerzo social para realizar ejercicios de memoria "pacificadora" o "reconciliadora". Esta labor lograría desviar una muy distinta dirección de las energías sociales, aquéllas que por un lado persiguieron Memoria, Verdad y Justicia y permitieron el juzgamiento y encarcelación de los genocidas y por otro, aquéllas que estimulan ejercicios de imaginación política para lograr desplegar las potencias alojadas en las experiencias del pasado, pero por sobre todo adquirir conciencia de la historicidad presente de nuestros cuerpos y vidas. Ejercicios que colaboran en no quedar atrapados por la melancolía de percibir la historia como mero "pasado". Esta operación cultural, finalmente, no es muy distinta de la que hoy encarnan muchos de los actuales políticos, pudiendo encontrar en las dos fuerzas políticas que han quedado de cara al ballotage peronistas, radicales, progresistas, dispuestos a trabajar "todos juntos" por la "memoria completa" y la "revolución de la alegría". También por la implementación de políticas de seguridad y lucha contra el narcotráfico que retoman el predominio de la represión como herramienta de trabajo para la vida diaria.
Volviendo al entramado de intensidades (legado de los 60'-70' + movimientos sociales resistentes al neoliberalismo de los 90') que desde 2003 encarnó un posible espíritu transversal y la búsqueda de nuevos horizontes instituyentes, pronto mostró señales de deshilachamiento. Resonancias de las energías setentistas podríamos detectar en muchas de las políticas emprendidas durante la "década ganada". No solamente las referidas a Memoria, Verdad y Justicia sino también aquéllas que inspiraron mayor inclusión, redistribución de la riqueza, generación de nuevos derechos civiles, mayor igualdad e integración regional. Pero... creemos que a lo largo de esta misma década se encuentran numerosas dificultades para procesar de un modo más provechoso para el activismo político y cultural actual la dimensión desafiante, antagónica, de politización del enojo social que aquéllas experiencias históricas desplegaron. En este sentido, existen hoy lecturas que proponen la aparente "vejez" u "obsolescencia" de dichas épicas y de la importancia de desacoplar nuestros pensamientos y cuerpos de dichas formas de militancia para dejar que prevalezcan nuestras fragilidades, vulnerabilidades y afectos. Creemos que hay aquí una encerrona político-cultural que coloca a las nuevas generaciones activistas en un cierto estado de lúcida perplejidad a la hora de lidiar con las expresiones más violentas del pensamiento dominante, sobre todo cuando estas se presentan con máxima crudeza. Volveremos sobre esta particular forma de lucidez más adelante.
Llegamos entonces al ballotage (un buen ejemplo de la situación descripta en el párrafo anterior) y lo hacemos enfrentados a dos dilemas ante el posible triunfo del macrismo, de la "sana rebeldía" y la "revolución de la alegría". El primer dilema consiste en cómo resolver la constatación de que la intensidad del legado de los 60'-70' no alcanzó, no alcanza y no alcanzará para enfrentar los nuevos desafíos. Su imaginario político muestra sus límites y es preciso darle forma a nuevas visiones y rituales (singulares y colectivos) que puedan dar cuenta del mundo que deseamos habitar. El segundo dilema nos interpela ante el distanciamiento adquirido por la deriva de las potencias de los movimientos sociales al neoliberalismo de los 90'. Potencias derivadas de un ideario post-marxista, autonomista, de antipoder y anti-Estado que enriquecen el horizonte de pensamiento político y que hoy asumen como principales herramientas de trabajo las redes de afecto, la amistad, la liberación de los cuerpos, las fragilidades y vulnerabilidades, el amor. A través del uso de estas herramientas sociales y culturales podríamos crear nuevos mundos posibles a partir de una toma de posición que nos permitiría estar ni tan lejos ni tan cerca del "enemigo" (aunque esta palabra parece pertenecer más bien a la lógica de las "viejas épicas") como para evitar convertirse en sirvientes del capital concentrado, los poderes fácticos o las gorras estatales. Esta toma de posición genera un seductor distanciamiento que nos mantiene a salvo, habitando un "más allá", aunque se ocupen sitiales dentro de los organismos oficiales o se disfrute de sus derivados.
Ambos dilemas, de modos muy distintos, expresan una especial condición de la situación del accionar político contemporáneo, en un contexto internacional en el que la violencia política y los conflictos bélicos, pero también las guerras criptográficas y la vigilancia masiva a través de internet son moneda corriente.
Ambos dilemas dibujan en el rostro de la política una mueca de lúcida perplejidad y vistos como estimulantes provocaciones y no como negativas condiciones, nos invitan a desarrollar más ejercicios de imaginación política.
Algunas huellas del origen más o menos reciente de dicha mueca filosófico-estética y por ello político-cultural, podríamos rastrearlas en el área específica en la que desarrollamos nuestra labor: las artes visuales, el arte contemporáneo, la educación artística. Allí, en buena medida, se pone en juego un trabajo colectivo de configuración de un imaginario social. Es en este "campo" adonde tal vez esta mueca encontró su máxima nitidez conceptual: las tecnologías de la amistad. Hablamos de un conjunto de prácticas artísticas y de pensamiento surgidas con ese nombre en la segunda parte de la década del 90' en Argentina, con especiales aptitudes recombinantes en el uso de sus lenguajes. Prácticas y pensamientos que decidieron la utilización de la parodia, el simulacro, la ironía y las redes de afecto como colores y texturas de su paleta, manejando con especial maestría las luces y tonos, de manera tal que les permitiera tornarse hegemónicas sin mayores conflictos durante el saqueo de la Argentina en aquél período. Siendo celebradas y legitimadas por la élite social que fuera la principal beneficiaria de dicho saqueo. Y también de persistir en su condición hegemónica desde 2003 y durante la "década ganada". Sus "artivistas" primero y sus "agentes" hoy, son los principales interlocutores de la institucionalidad oficial y, en el marco del ballotage, muchos de ellos promotores de la campaña "Amor sí, Macri no".
Preguntando caminamos: ¿existirían semejanzas entre las tecnologías de control y las tecnologías de la amistad?, ¿cuál es el sentido (en el marco de esta reivindicación del amor y los afectos) de la adhesión a una lógica bélica, la que nos habla de estar librando una "batalla cultural"?, ¿existen los "enemigos" en esta batalla?, ¿en qué se diferencian el "amor" de la "revolución de la alegría"?, ¿hay mucha diferencia entre bailar juntos en un parque Zorba el Griego y bailar juntos Gilda entre globos?, ¿son acaso lenguajes y rituales muy diferentes?, ¿a qué intereses beneficia esta aparente "humanización" de quiénes se supone se enfrentan en una batalla?
Imagen de Drachea Rannak. Dice el artista, entrevistado por Clarín, que realizó esta obra "para descontracturar", como respuesta a la "mala onda" y la "mucha violencia" que encontraba en las redes sociales ante el ballotage.
+info: http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:W2qThyjvq7IJ:www.clarin.com/sociedad/imagen-Macri-Scioli-juntos-revoluciona_0_1461454040.html+&cd=1&hl=es&ct=clnk&gl=ar
2. Hipsters.
Leí en estos días en facebook un texto del colectivo Juguetes Perdidos que ponía de relieve que el binomio "laburo + consumo", uno de los principales logros de la era K, no alcanza por sí solo para dar sentido a nuestras "vidas mulas". Me parece un señalamiento muy importante, muy lúcido y muy sensible. La pregunta sobre en qué consiste trabajar hoy, al interior de un capitalismo cada vez menos interesado en dar trabajo, es un interrogante que ha quedado pendiente desde la crisis del 2001, cuando la autoorganización llevada a cabo por distintos movimientos sociales era tierra fértil para nuevos interrogantes y desafíos.
En aquél momento, tanto la fuga de capitales (de los inversores, empresarios locales y extranjeros que se supone responsables -y deseosos- de crear puestos de trabajo y de generar mercado de consumo de sus productos) como la fuga del Estado (ausente y promotor por decisión propia de la precarización de las relaciones laborales, de la liquidación de derechos laborales adquiridos en luchas sindicales históricas, de la tercerización del empleo, de tolerar el trabajo informal, del saqueo de los recursos naturales y del endeudamiento externo) generaron niveles de desocupación y pobreza alarmantes.
Luego de poco más de una década (desde 2003) de recuperación de millones de puestos de trabajo y de la capacidad de consumo de buena parte de la sociedad, de los sectores populares excluidos durante los 90', y atravesando en los últimos años de un período recesivo, nos interesa preguntar: ¿es posible imaginar un nuevo entramado de saberes, oficios, formas de propiedad de la tierra y de acceso a la vivienda que permitan generar una nueva vida comunitaria? ¿es posible trabajar para vivir y no vivir para trabajar? ¿cuál sería hoy el principal sentido de las luchas sindicales?
Hay que decirlo nuevamente: el proyecto K y la sociedad entera (oficialistas y opositores) hemos quedado atrapados en el modelo transgénico de agronegocios como fuente principal de recursos para luego generar la anhelada redistribución de la riqueza. Existe un hilo invisible (aunque ya bastante evidente desde el momento en que el Estado asume ser un actor más en la producción de agroquímicos y de eventos transgénicos) que muestra, con crueldad, la unión entre justicia social, batalla cultural y glifosato.
Creemos que es necesario interpelar a esta perversa unión y organizar una salida: ¿es posible un accionar emancipatorio perpetuando el modelo de "desarrollo" de nuestros antigüos y presentes opresores?, ¿no resultan demenciales e indignantes las consecuencias sanitarias, sociales, ambientales de este paquete biotecnológico sobre la población y la naturaleza?, ¿no es despreciable la privatización de la vida hasta en sus niveles moleculares sólo con el objetivo de acumular más riqueza concentrada?, ¿son la Pachamama y la Tierra sin Mal meras ensoñaciones de las culturas originarias o hay allí saberes profundos para salir del modelo extractivista?
En mi trabajo de investigación con herramientas artísticas Los niños de la soja (2008-2010), parte del proyecto itinerante Principio Potosí (Madrid, Berlín, La Paz), también me preguntaba: ¿estamos habitando una cultura transgénica?. Si existe tal cosa ¿es un requisito para la consolidación del modelo de agronegocios o es el resultado de su implementación hegemónica? En la cultura transgénica (siguiendo a Franco Berardi Bifo) la recombinación es una operación central, dando lugar al uso perverso de los lenguajes, pues la mera recombinación de signos produce más beneficios económicos que la producción de significado o sentido.
Las luchas por Memoria, Verdad y Justicia nos enseñaron el camino: la imposición de un modelo social y económico sólo es posible a partir de la existencia de requisitos culturales determinados. Por ejemplo, el terror.
Resulta entonces imperioso repensar aquéllos requisitos que han habilitado la configuración de la "república unida de la soja" en nuestro país y región. Requisitos filosóficos y estéticos, y por ello, culturales y políticos. Lenguajes, discursos, subjetividades, cuerpos de humanos y de entes no humanos sojuzgados, oprimidos, manipulados. Micro y macro poderes recombinados, tolerantes y promotores de formas rentísticas de ocupación, propiedad y explotación de las tierras. Configuración económica y productiva posible también gracias a la consolidación de un consenso, aquél que acuerda nuestra urgencia por pertenecer a la "sociedad del conocimiento", aquélla en la que la ciencia, la tecnología y los expertos nos brindarán, prosperidad, felicidad y... justicia social. Son autores de este consenso tanto los gobiernos de Néstor y Cristina como las principales fuerzas políticas de signo opositor, fenómeno que se extiende en otros países de nuestra región sudamericana que también forman parte de la susodicha "república unida de la soja".
Otras manifestaciones más "pintorescas" de estos requisitos culturales podemos encontrarlas en los diarios. Los suplementos rurales de La Nación y Clarín presentan en sociedad nuevas subjetividades que las empresas semilleras detectan entre la "gente del campo". Vemos allí a jóvenes frente a campos sembrados y maquinarias. También escuchamos los relatos de sus historias de vida en los spots que las mismas empresas difunden en las redes sociales. Son los "hipsters del maíz o de la soja". Pero... ¿quiénes son estos jóvenes?, ¿dónde viven?, ¿adónde han estudiado?, ¿qué lazos establecen con la naturaleza, los animales, las plantas?. Los "hipsters rurales" ¿creen en la política?, ¿a quién votarán el próximo 22 de noviembre?... ¿asistirán con frecuencia a ArteBA, el Malba, el Conti o el CCK?
Imágenes de los suplementos rurales de La Nación y Clarín.
Para ver videos: https://www.youtube.com/watch?v=5Z2gi0MUSxg
Hay cuatro capítulos más. No se los pierdan.
No nos resulta ni muy problemático ni muy conflictivo pensar que a lo largo de esta década se han incubado subjetividades semejantes en otros "campos" de la socieda. Si los organismos genéticamente modificados resultan de la combinación de genes de diferentes especies, no deberían sorprendernos entonces manifestaciones diversas de la misma operatoria. No sería extraño entonces toparnos con periodistas de la soja, escritores de la soja, neoliberales de la soja (taz vez una expresión perogrullezca), montoneros de la soja, artistas contemporáneos de la soja, autonomistas y anarquistas de la soja, científicos e investigadores de la soja, poetas y rockeros de la soja, financistas de la soja, policías de la soja... y podría seguir. Todos conviviendo bajo la misma lluvia de glifosato. Todos haciendo como si no existiera, como si el daño nunca fuera a alcanzar sus vidas en las grandes ciudades. Queda claro que no son precisamente los "hipsters rurales" quiénes van a hacer visible esta lluvia de agroquímicos sobre las tierras y vidas, pero... ¿escuchamos voces de alarma de este lado de "la grieta"?
3. Batalla cultural.
Hemos trabajado mucho colectivamente desde La Dársena y el Archivo Caminante la necesidad de más imaginación política, de la necesidad de ejercitarla de modo transdisciplinar, situado, geopolítico. Y no solamente en el área en la que nosotros desarrollamos nuestra labor (cultura, artes visuales, educación artística). Proponemos también la necesidad de crear plataformas descentralizadas que surjan a partir de las iniciativas, necesidades y anhelos de los habitantes de cada barrio, pueblo o ciudad. Desde estas plataformas articular saberes ancestrales, populares y contemporáneos. Crear espacios y tiempos de cruce y transferencia de dichos saberes entre actores diversos, con distintas experiencias y oficios, enfocados en los problemas concretos que enfrenta cada comunidad en el presente. Religar arte, naturaleza, historia y política, buscando incidir en el debate glocal.
Flyers del III y IV Encuentros de Atención Flotante, Junio y Agosto de 2015. Investigación itinerante con herramientas artísticas realizada por los colectivos Ala Plástica (La Plata, Pcia. de Buenos Aires), El Levante (Rosario, Santa Fé), Taller Flotante (Victoria, Entre Ríos) y La Dársena (CABA). Pronto presentaremos los resultados!
Volvemos a la última pregunta del punto anterior: ¿qué ocurre de este lado de "la grieta"?. Podríamos afirmar que una de las imágenes o visiones que nos convoca es la idea de estar librando una batalla cultural. La naturaleza bélica del término no resulta conflictiva en la medida en que toda construcción cultural y comunitaria implica un grado de disputa, tanto en el plano material (territorio) como inmaterial (imaginario). Sin embargo, es preciso señalar que dicha disputa no se ha desarrollado del mismo modo en las distintas áreas de la cultura. No ha sucedido lo mismo con el teatro, el cine, la literatura, la poesía, la música o las artes visuales. Tampoco entre los trabajadores, los campesinos, los desocupados, los poderes del Estado, los empresarios, los inversores. Enfocados en nuestro trabajo, en las artes visuales y la formación artística, nos resulta necesario, al calor del ballotage, analizar el estado de la propia fuerza.
El 7 de Julio de 2012 la Plataforma La Dársena participó del II Encuentro de Artistas Visuales y Curadores, organizado por el Área de Artes Visuales del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en la ex ESMA. Allí, el Coordinador de dicha área nos preguntó -un tanto estupefacto, un tanto inquieto- si nuestra propuesta, como espacio autogestionado, implicaba intentar crear una "nueva" hegemonía en las artes visuales. Le dijimos que sí, que estábamos repensando colectivamente la posibilidad de encontrar en la noción de hegemonía (siguiendo a Antonio Gramsci) potencias para la construcción política y cultural. No solamente a él sino a muchos de los participantes del encuentro, no les pareció una búsqueda adecuada. Hoy, a días del ballotage, podemos encontrar en las redes sociales al mismo Coordinador y a muchos de aquéllos participantes, llamando "masivamente al voto de Scioli". ¿Qué estará pasando por sus cabezas para que haya adquirido valor la "masividad" del voto?
Escenas del II Encuentro de Artistas Visuales y Curadores de Buenos Aires. Fotos: CCMHC.
+ info: http://conti.derhuman.jus.gov.ar/2012/07/av-2do-encuentro-artistas-gestores.shtml
Creemos que es preciso desarrollar la creación visual, la tarea cotidiana y colectiva de configuración de un imaginario social, con más audacia. Más de la que propone la confortable fórmula del "arte contemporáneo". Esta nominación oculta más de lo que visibiliza y, por lo tanto, funciona como fórmula excluyente. Oculta, en principio, su adhesión a una concepción del tiempo dominante que, en rigor, permitiría hablar más bien de "arte posmoderno".
Las narrativas que han historizado el arte producido durante los tres gobiernos K no han generado (como sí lo hicieron durante los 90') un grupo cerrado de artistas que serían la manifestación más certera y precisa de este período. Si bien puede parecer una contradicción con lo anteriormente dicho referido a la presencia persistente de muchos actores hegemónicos del período neoliberal en el circuito oficial actual, lo que interesa destacar que esta persistencia es posible, justamente, a partir de la decisión historiográfica (y propia de los artistas en cuestión) de no imponer un nuevo "canon" que supere al anterior.
Desde la crisis del 2001 en adelante, una enorme cantidad de prácticas artísticas que habían resistido al neoliberalismo se hicieron visibles y funcionaron como aire fresco al interior del mundo del arte. Resultó imposible para la institucionalidad artística pública y privada (en crisis al igual que el resto de las instituciones en el país) no abrir sus puertas a dichas prácticas. Sin embargo, fue una inclusión que implicó condicionamientos: se estaba ingresando a una cancha marcada de modo distinto al preexistente a la crisis.
El 17 de Mayo de 2003, la charla realizada en el Malba bajo el título "Arte rosa light y Arte Rosa Luxemburgo" funcionó como plataforma de lanzamiento de una nueva estructura de análisis crítico, historización y desarrollo de las prácticas artísticas. La mesa estuvo protagonizada por dos artistas con central protagonismo en el armado hegemónico de los 90', dos historiadoras con central protagonismo en la historización del arte argentino reciente y un historiador que se mostró bastante disidente con las opiniones del resto. Otro artista invitado, funcionario público y mentor a cargo del Centro Cultural Ricardo Rojas (UBA) estuvo ausente. En dicha mesa se puso en juego una nueva categoría: "arte y política".
Esta noción brindó en adelante una herramienta para todos aquéllos (críticos, teóricos, historiadores, curadores, gestores, directores de galerías y museos, archivistas e incluso a los mismos artistas) que desde entonces y hasta hoy, creen tener el poder de definir cuándo una obra es política y cuando no lo es. O también, cuándo es legítimo que una práctica artística ingrese a las instituciones o no.
Este extraño poder, que les permitiría permanecer ajenos a sus propios criterios a la hora de valorar su desarrollo profesional, no impidió sino que más bien consolidó durante la era K un ejercicio de reescritura de la historia del arte argentino que permitió "descubrir" la politicidad hasta entonces inexistente en las prácticas hegemónicas de los 90' (arte rosa light en el esquema de la charla del Malba).
Esta politización pudo ser posible a partir de una articulación genealógica de las vanguardias "modernas" de los 60' en torno al Instituto Di Tella con los conceptualismos políticos y las posturas radicalizadas contra la institución artística de los 70', con el feminismo y las luchas por la diversidad de género, con la cultura "under" de los 80' y finalmente, con la reivindicación de la fiesta, la celebración y las tecnologías de la amistad de los 90'. De este modo, con la utilización de archivos públicos y privados como elementos de prueba documental pudo consolidarse una red que se reagenció, a un tiempo, de la micro, la bio y la macropolítica. Dicha red ha sido determinante en la formación de las nuevas generaciones de historiadores de arte, gestores, curadores y artistas.
Muchas de las actuales "cabezas parlantes" de las artes visuales que defienden al proyecto K provienen de este entramado de "arte y política" en el que no parece haber lugar para la disidencia ni para la politización del enojo. En declaraciones recientes (previas a su participación en un encuentro organizado por la Secretaría de Coordinación del Pensamiento Nacional en el Museo Nacional de Bellas Artes) el concept manager de las tecnologías de la amistad celebró que en la era K "en las artes plásticas hubo un crecimiento notorio que se debió 'a la propia gestión de los artistas, a las gestiones estatales y también a las empresas privadas ya que el arte fue una buena inversión, se anudó con la especulación publicitaria e inmobiliaria'."
Preguntando caminamos: ¿pueden desde la consideración del arte como inversión especulativa derivarse nuevos mundos posibles, la liberación de los cuerpos o un pensamiento emancipatorio?, ¿en manos de quiénes está el "comando" de la batalla cultural?
Parte de la respuesta a las últimas preguntas la podríamos encontrar realizando un ejercicio de memoria respecto de las figuras y funcionarios referentes de la institucionalidad oficial en las artes visuales: una artista pop del Instituto Di Tella de los 60'. Un artista ex militante de Guardia de Hierro que dice haber sido influenciado por la Teología de la Liberación. Un artista que participó en Tucumán Arde en 1966, autor de las consignas "68, el culo te abrocho" y "el deseo nace del derrumbe". Dos funcionarios del Fondo Nacional de las Artes: un artista del mercado también a cargo de la coordinación del Área de Artes Visuales del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti en la ExESMA, parte del jurado de premiación que otorgara cuantiosos dineros públicos a un puñado de globos dorados como obra ganadora de un concurso para instalar una pieza en el hall de dicha institución (¿alguien los ve allí hoy?). Otro, ex curador del programa de arte en la fundación de la empresa petrolera estatal privatizada en los 90' (YPF-Repsol, exYPF). Este funcionario suele mostrarse orgulloso de haber creado el patrimonio del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro) del que fuera Director a partir de donaciones de los artistas. Finalmente, un arquitecto ex funcionario de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura, ahora Director del Museo Nacional de Bellas Artes. Este arquitecto fue encargado de las obras de remodelación de dos edificios en los cuales luego se desempeñaría como Director (Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, promotor de las prácticas artísticas hegemónicas durante la segunda parte de los 90') y a cargo de la programación en la fundación Telefónica, creada por una de las empresas privadas que se quedaron con el negocio de las telecomunicaciones luego de la venta de la estatal ENTEL.
¿Es posible librar la batalla cultural con estos comandantes?, ¿porqué después de 12 años del proyecto K no podemos celebrar (como sí pueden los actores, músicos, escritores y poetas, fotógrafos, directores de cine, ilustradores) de un reconocimiento de los derechos de los artistas visuales como trabajadores de la cultura?, ¿porqué los principales referentes nombrados no han logrado que exista una legislación específica que regule los modos de contratación de los artistas visuales por parte del Estado o instituciones privadas?, ¿porqué no exigen la redistribución de la riqueza entre quiénes somos parte del maravilloso mundo del arte contemporáneo?
4. Visiones y rituales.
Hemos intentado aportar algunas reflexiones sobre las actuales condiciones de la batalla cultural, a semanas del ballotage. No está dicha la última palabra. Desde La Dársena y el Archivo Caminante creemos que no es momento para distanciarse, apoyamos al Frente para la Victoria. Pero... todo parece indicar que vamos a seguir bailando la melodía extractivista, que el amor y/o la alegría seguirán mojándose bajo la lluvia de glifosato.
Akulliku en la ExESMA. Celebración de la Pachamama en el taller el escultor Andrés Zerneri, autor del monumento a Juana Azurduy. 1ro. de Agosto de 2014. Fotos: Archivo Caminante.
Debemos hacer un esfuerzo para evitarlo, pues hay otros caminos. Nos lo muestran las resistencias de las comunidades originarias y los pueblos afectados por la megaminería, las fumigaciones, el desmonte, el monocultivo transgénico, los desplazados por la falta de trabajo y por el urbanismo salvaje. También las resistencias culturales al fascismo posmoderno en las grandes ciudades, a la sociedad del espectáculo y al arte como "inversión", persistiendo en la labor colectiva de configuración de un imaginario descolonizado y descolonizante, con la convicción de que el arte puede crear y transportar nuevos saberes, puede crear lazos sociales y puede crear nuevos mundos posibles.
Visión_DocAC/2013, Collage, 30x40cm, 2013.
Habrá que remapearse. Crear un nosotros por fuera del "laburo+consumo". Afinar nuestra sensibilidad, intuición y percepción para crear nuevas visiones y rituales, que nos guíen y mantengan unidos sin caer en la intemperie neoliberal.
EM/AC, noviembre de 2015.