Vampiros Stalinistas.
por Eduardo Molinari / Archivo Caminante.
Reflexiones en torno a "El Club de los Hematófagos",
la respuesta de Rafael Cippolini a Claudio Iglesias.
Suplemento Radar de Página/12 del 12.12.10.
Photos: Doc AC / 2007, Berlín. Doc AC/ 2010, Montevideo.
"Quiero marcar que nosotros pasamos del paradigma del contrapoder
que señalaba al poder como el enemigo,
a vernos urgidos a pensar la disputa por el verdadero poder.
Ese es el principal legado que nos deja Kirchner."1.
Continuando con el tono propuesto por Claudio Iglesias, "magistral y categórico", mostrándonos la evidencia de presenciar un intercambio de ideas entre pares, pares que comparten una misma esfera de poder en el actual sistema de arte argentino (intercambio en el que brillan por su ausencia las voces de los artistas, o al menos no pareciendo -hasta ahora- ser dignas de su publicación) el domingo último pudimos leer la respuesta de Rafael Cippolini, uno de los integrantes del jurado de Currículum cero, a las palabras del primero.
Según el curador, crítico, teórico y jurado del concurso, Iglesias:
"imputó el fracaso de la última edición del certamen Curriculum cero de la galería Ruth Benzacar a los jurados, arquetípicos exponentes del arte de los '90, que incursionaron en el muy grave error de perpetuarse estéticamente en la generación emergente..."
También dice:
"Es más: parece ser todavía más preocupante. El contexto institucional en el que los aventajados jóvenes desean insertarse está "dominado por la sombra" (Iglesias dixit) de estos tremendos gerontes sanguijuelas. Nada que envidiarle a la saga de Crepúsculo."
Me interesa destacar que la preocupación mayor no se centra aquí en debatir el estado del contexto institucional en el los artistas jóvenes se insertan, sino más bien en tratar de definir los rasgos de uno de sus principales operadores: los jurados. No le agrada a Cippolini ser considerado un geronte que se alimenta de sangre fresca.
El jurado "cuestionado" intentará despegar de esta caracterización a lo largo de toda la nota, sobre todo del aspecto "noventoso" de este tipo de vampiros. Argumentará para ello primero cuestiones cronológicas, casi casi de puesta en hora de un reloj.
Interesante y casi desesperado gesto, sobre todo de quién ha navegado las aguas de cierta escritura de la historia (del arte en este caso).
"¿Yo soy noventas, aun habiendo realizado mi primera curaduría en noviembre de 1999 y comenzando a publicar regularmente sobre temas de arte en los primeros meses de la década pasada, aun siendo una minoría el quántum de lo que escribí sobre los artistas de los '90 con relación a los de otras décadas?"
¿Qué tipo de historiador necesitamos hoy?
Una de las preguntas centrales en la labor del Archivo Caminante.
¿Es fructífero -luego del 2001, en un contexto de disputa al poder hegemónico del neoliberalismo "noventoso"- poner a la cronología como una herramienta para estructurar nuestras subjetividades y narrativas? ¿Uno es o deja de ser "noventas" por una cuestión cronológica?
Sin dudas, no. He aquí una de las trampas del poder, la de imponernos su tiempo, agenda, su calendario.
Dice luego el jurado "cuestionado":
"... volvamos a revistar la entelequia "arte de los 90" como un estilo. Histórica, pero perimida. Cito su primera descripción del estilo noventero reinante: "Fantasías arquitectónicas completas en sí mismas, mundos imaginarios cerrados, y proyecciones del yo cargadas de autobiografía, coquetería y un poco de simulación". ¿Acaso estas cualidades no calzan casi a la perfección en propuestas de la década pasada como las de Oligateca Numeric y Provisorio Permanente, en las de Adrián Villar Rojas y Mónica Heller? ¿Incluso no tocan también las poéticas de Alfredo Prior o Guillermo Kuitca? ¿y la Ciudad Hidroespacial de Kosice? Qué tonto! Me olvidé por un momento que somos vampiros y podemos detener el tiempo."
A confesión de pruebas, relevo de partes.
En sus propias palabras y solo unos párrafos después aparece como posible ser "noventas" sin pertenecer a la década en cuestión.
¿En qué quedamos Señor aspirante a Rey Midas del PAMI?
Un detalle: pareciera que esta cualidad, la de poder enlazarse a tradiciones estéticas (no me gusta referirme a estilos) es una potencia que solo les cabe los artistas, no a los teóricos, críticos, gestores, jurados. Como hizo Iglesias en su nota, ellos sí pueden con sus ideas-dedo señalar quién es esto o aquello, pero nunca soportan la operación inversa.
Anteúltima cita:
"¿por qué Iglesias está tan interesado en negar la variedad formal y conceptual de las obras? Intuyo que existe una diferencia nada sutil entre difundir lo realizado por artistas menores de 30 años (con toda la diversidad que esto implica) y pretender una visión acabada de algo denominado contemporaneidad a partir de una situación tan azarosa como un concurso. A menos que en las bases propongamos un título como "Tres días" e invitemos a los participantes a tematizar una cosmovisión de la institución arte en las últimas 72 horas. Contrario sensu, los vampiros no nos propusimos -nada más lejos de eso- ilustrar ideas preconcebidas con los envíos de los participantes. Jamás les pedimos que realicen determinados tipo de propuestas. Vampiros y stalinistas sería un poco mucho."
Buena imagen esta última, lograda. Abre la puerta a la reflexión final de mi texto. Última cita:
"Por otra parte, también debo confesar que me seduce y mucho la idea de convertirme en una suerte del Rey Midas del PAMI: así, todo arte que toque se convertiría ipso facto en un monumento geronte.
Un amigo me recordaba ayer un diálogo escrito por un diletante del siglo XIX que decía mas o menos así: "¿El presente? Qué bocado tan tentador! Yo, en cambio, camaradas, prefiero dejárselo a los políticos, que son los primeros que envejecen".
El tiempo, sea pasado, presente o futuro, es una construcción colectiva. Las relaciones que hilvanan nuestro devenir cotidiano, presente, contemporáneo, con el de nuestros ancestros y el de nuestros anhelos, forman parte de un entramado complejo que, en el mejor de los casos, promueve cierto amparo social en vida y cierto cobijo existencial frente a los enigmas de la muerte.
Si así no fuera, el tiempo (en este caso, en el debate que presenciamos, "lo contemporáneo") puede tornarse un instrumento, entre otros, al servicio de fines distintos, que no promuevan el bienestar de la comunidad sino que por el contrario, funcionen como herramientas de subordinación, de dominación, de opresión, de control. Controlar las vidas (el tiempo) de los otros ha sido una finalidad de todo pensamiento totalitario, colonialista, imperialista.
El fascismo posmoderno no escapa a esta condición. Sabemos que para la biopolítica imponer este control social es posible gracias a la "autodisciplina" y que su vía preferida de profileración es la cultura.
¿Quién puede determinar que un artista es "emergente", que puede "emerger" mientras otros tanto permanecen "sumergidos"?
¿Qué tipo de (in)conciencia de su propia politicidad encarnan aquéllos que creen poder decir qué artista es "político" o "formador de discurso social" y cuál no?
Si, como dice el jurado "cuestionado", le dejamos el presente a los políticos, porque -aparentemente- son ellos quienes primero envejecen, ¿qué responsabilidad política y cultural asumen aquellos que se sienten capaces de librar su tiempo presente /su vida, a "los políticos"?
Por suerte, existen jóvenes (artistas y no artistas) y existen intelectuales que están siendo protagonistas de un ejercicio de disputa del poder presente, que han asumido a la política como una experiencia digna de ser habitada, no de ser dejada en manos de "los políticos".
Tal vez a esta experiencia intentó hacer referencia Claudio Iglesias en su nota. Pero no se pueden buscar peras en un olmo. También es cierto que la vida, nuestra contemporaneidad (como todas las contemporaneidades en cada contexto histórico y cultural) nos da oportunidades a los humanos de cambiar, de renovarnos, de elegir el camino ante cada encrucijada.
No se trataría tanto entonces de no convertirse en vampiros stalinistas, que torpemente pretendan ilustraciones tipo Billiken de "lo contemporáneo" (aunque debemos reconocer que los esfuerzos "noventosos" en esa dirección han dado jugosos frutos infantilizados de los que nadie parece querer hacerse cargo).
Me agrada mucho más la imagen de la posibilidad de construir lazos de organización social y de una nueva institucionalidad (política y cultural) con mayor sintonía con las necesidades de la sociedad al interior del ciclo abierto desde el 2001 y que se encuentra en pleno proceso de despliegue de sus potencialidades al interior de la Kontemporaneidad.
Viejos son los trapos y escapemos de los vampiros restauradores neoliberales!
1. Iván Heyn en Las capas de la cebolla, por Hernán Vanoli,
Revista Crisis N.2, 2010, p.13.