El Estado produce archivos, y también los destruye. Los intereses privados producen archivos, y también los destruyen. La propiedad de los documentos abre enormes interrogantes en torno a la disponibilidad, el acceso y la distribución del saber de los recuerdos sociales, políticos, económicos de una comunidad.
¿Quién es el propietario de la memoria?
Por supuesto, en la lógica de los estados nacionales, pero también en el de las corporaciones transnacionales, hay archivos "secretos". Es la misma noción de "secreto" la que un archivo pone en movimiento, cuando la subjetividad archivista decide el orden del patrimonio documental. Pues... todo archivo o una parte del mismo pueden tornarse "secretos".
¿Quién decide el acceso a las huellas materiales de los eventos del pasado, ya inmateriales?
Las dificultad / facilidad para el acceso a los documentos, ya sea de modo físico o a través de la construcción de un relato archivístico hermético / abierto, es una responsabilidad social, no individual. Evitar el encriptamiento de la memoria es una tarea colectiva y permanente.
Eduardo Molinari, 2008.
Estas reflexiones y otras inspiraron un texto escrito por el autor en Berlín, en 2007,
parte de una correspondencia con Andrea Giunta, entonces a cargo del CeDIP -Centro de Documentación, Investigación y Publicaciones- del Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires. Pese a ser invitado por ella a reflexionar sobre el tema, hasta el día de la fecha nunca supe del destino final de éste escrito.
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