1.
En el marco de mi trabajo de investigación con herramientas artísticas para realizar esta instalación leí el libro El veneno nuestro de cada día. Allí, como parte de su indagación acerca de las responsabilidades estatales y privadas respecto de los marcos regulatorios de las cadenas alimenticias y del agronegocio, la periodista y documentalista francesa Marie Monique Robin le pregunta a Ned Groth, biólogo perito durante 25 años de la Consumers Union, principal organización de defensa de consumidores en Estados Unidos: “¿Cuál es la base científica para el establecimiento de la IDA?
La IDA (Ingesta Diaria Aceptable) o ADI (Acceptable Daily Intable) es la cantidad de sustancia química que podemos ingerir cotidianamente y durante toda la vida sin que existan riesgos para nuestra salud.
Según la Organización Mundial para la Salud este coeficiente fue creado por el toxicólogo francés René Truhaut, aunque en EE.UU. se asigna su invención a Arnold Lehman y Garth Fitzbugh de la Food & Drug Administration (FDA). La IDA fue adoptada por la Join Expert meeting Commitee of Food Additives (JECFA) de la FAO-OMS en 1961. Su aplicación benefició a las autoridades regulatorias del sector agroalimentario y al comercio internacional. Dejando en claro que todas las dosis de ingestión de químicos en nuestros cuerpos producen efectos, la IDA surge de dividir por cien, como “factor de seguridad”, la dosis llamada NOAEL (Non Observed Adverse Effect Level o Nivel de Efectos Adversos No Observados).
El especialista norteamericano Groth responde que no se trata de una base científica: “Fue decidido mediante el método B.O.G.S.A.T.!” (del inglés norteamericano: Bunch of Guys Sitting Around the Table), dejando en claro que la Ingesta Diaria Aceptable depende de una decisión política negociada por “un puñado de tipos sentados alrededor de una mesa”.
En el marco de mi trabajo de investigación con herramientas artísticas para realizar esta instalación leí el libro El veneno nuestro de cada día. Allí, como parte de su indagación acerca de las responsabilidades estatales y privadas respecto de los marcos regulatorios de las cadenas alimenticias y del agronegocio, la periodista y documentalista francesa Marie Monique Robin le pregunta a Ned Groth, biólogo perito durante 25 años de la Consumers Union, principal organización de defensa de consumidores en Estados Unidos: “¿Cuál es la base científica para el establecimiento de la IDA?
La IDA (Ingesta Diaria Aceptable) o ADI (Acceptable Daily Intable) es la cantidad de sustancia química que podemos ingerir cotidianamente y durante toda la vida sin que existan riesgos para nuestra salud.
Según la Organización Mundial para la Salud este coeficiente fue creado por el toxicólogo francés René Truhaut, aunque en EE.UU. se asigna su invención a Arnold Lehman y Garth Fitzbugh de la Food & Drug Administration (FDA). La IDA fue adoptada por la Join Expert meeting Commitee of Food Additives (JECFA) de la FAO-OMS en 1961. Su aplicación benefició a las autoridades regulatorias del sector agroalimentario y al comercio internacional. Dejando en claro que todas las dosis de ingestión de químicos en nuestros cuerpos producen efectos, la IDA surge de dividir por cien, como “factor de seguridad”, la dosis llamada NOAEL (Non Observed Adverse Effect Level o Nivel de Efectos Adversos No Observados).
El especialista norteamericano Groth responde que no se trata de una base científica: “Fue decidido mediante el método B.O.G.S.A.T.!” (del inglés norteamericano: Bunch of Guys Sitting Around the Table), dejando en claro que la Ingesta Diaria Aceptable depende de una decisión política negociada por “un puñado de tipos sentados alrededor de una mesa”.
2.
Los recorridos del Archivo Caminante por los territorios de la “república unida de la soja” en Sudamérica, buscan reconocer, enfrentar y romper la agenda hegemónica de la maquinaria transgénica.
Una de las características centrales de esta máquina neoextractivista es el establecimiento de un régimen de visibilidad que establece lo que podemos ver, lo que no podemos ver y lo que estamos obligados a ver. Resulta especialmente intenso y dramático tomar conciencia que el mundo rural se desarrolla (mejor dicho sobrevive) bajo un invisible manto, una lluvia casi cotidiana de agrotóxicos que desde dispositivos aéreos y terrestres flota en el aire, se infiltra en los cuerpos de humanos, animales y plantas, en la tierra, en el agua.
¿Quiénes son los responsables de este experimento ecotoxicológico sobre vidas indefensas? ¿A quién le importa la vida de los pueblos fumigados? Como un drone (fuera del alcance de la vista de quiénes serán sus víctimas y con una difusa cadena de responsabilidades sobre el control de la nave y de su accionar asesino) la maquinaria transgénica sobrevuela nuestros territorios.
Los recorridos del Archivo Caminante por los territorios de la “república unida de la soja” en Sudamérica, buscan reconocer, enfrentar y romper la agenda hegemónica de la maquinaria transgénica.
Una de las características centrales de esta máquina neoextractivista es el establecimiento de un régimen de visibilidad que establece lo que podemos ver, lo que no podemos ver y lo que estamos obligados a ver. Resulta especialmente intenso y dramático tomar conciencia que el mundo rural se desarrolla (mejor dicho sobrevive) bajo un invisible manto, una lluvia casi cotidiana de agrotóxicos que desde dispositivos aéreos y terrestres flota en el aire, se infiltra en los cuerpos de humanos, animales y plantas, en la tierra, en el agua.
¿Quiénes son los responsables de este experimento ecotoxicológico sobre vidas indefensas? ¿A quién le importa la vida de los pueblos fumigados? Como un drone (fuera del alcance de la vista de quiénes serán sus víctimas y con una difusa cadena de responsabilidades sobre el control de la nave y de su accionar asesino) la maquinaria transgénica sobrevuela nuestros territorios.
Pero las tierras que caminamos están en disputa y sus frutos también. Pudimos
compartir los senderos transitados cotidianamente por aquéllos que luchan por la
biodiversidad y contra la idea de que es posible patentar la vida, convirtiendo en
mercancía hasta sus niveles moleculares de manifestación.
Las comunidades originarias con sus saberes ancestrales, las organizaciones campesinas y comunitarias que desarrollan y transmiten la agroecología, que luchan por la soberanía alimentaria y contra las fumigaciones y el desmonte, pero también nuestros hermanos los entes no humanos nos hablan y nos dicen: no es cierto que no hay otro camino.
Eduardo Molinari / Archivo Caminante, noviembre de 2019.
Las comunidades originarias con sus saberes ancestrales, las organizaciones campesinas y comunitarias que desarrollan y transmiten la agroecología, que luchan por la soberanía alimentaria y contra las fumigaciones y el desmonte, pero también nuestros hermanos los entes no humanos nos hablan y nos dicen: no es cierto que no hay otro camino.
Eduardo Molinari / Archivo Caminante, noviembre de 2019.
Fotos: Jaime Sánchez Santillán.